El primer partido del siglo
Después de la jornada del fin de semana y de la Liga de Campeones, Madrid y Barcelona se enfrentan en el partido más importante de lo que va de calendario, y la verdad es que da miedo (para los madridistas, claro). Si tras los partidos ante Racing y Athletic, el Madrid se colocó líder de la Liga, con un punto de ventaja sobre su gran rival, elevando la euforia blanca, tras el paso de ambos por Europa, vuelve la realidad. Y la realidad es que el Madrid no juega un pimiento. Ante un Zurich que en España no jugaría ni en Segunda, el equipo de Pellegrini tuvo más que dificultades y casi acabó pidiendo la hora. Infumable el encuentro de los blancos, que no fueron capaces de realizar un partido mínimamente decente ante un conjunto suizo que dio muchas facilidades pero que, ante la pasividad del rival, puso en apuros a los madridistas. Un equipo con algo más de oficio (como ocurrió con el Milán) hubiera dado un susto a la sufrida parroquia blanca.Ni siquiera la reaparición de Cristiano Ronaldo, que pisaba un terreno de juego después de 55 días, borra la mala imagen dada por el Madrid. El portugués lo intentó en los poco más de 20 minutos que jugó, y su sola presencia ilusionó al desesperado aficionado blanco, que ve en él al ave fénix que haga renacer al equipo. Pero él solo no puede, lógicamente. En el banquillo hay una persona a la que se la paga para que los jugadores jueguen a algo y que no acaba de darse cuenta de dónde tiene que actuar cada uno para dar lo mejor de sí mismos. Y no hay manera de que este hombre, léase Pellegrini, reaccione. Y como el juego es una castaña total, los futbolistas parecen la sombra de lo que realmente son (ver Xabi Alonso en el Madrid y en la selección, por ejemplo).Y lo peor de todo es que, claro, el día anterior todo el mundo pudo ver la exhibición del Barcelona. Sin Messi y sin Ibrahimovic, el conjunto de Guardiola dio una lección de lo que es este juego a Inter de Etoo y Mourinho. Igualito, vamos. La noche y el día, o lo que es lo mismo, unos saben a lo que juegan y los otros están más perdidos que un pulpo en un garaje. El clásico, por tanto, puede dejar las vergüenzas de los blancos una vez más al descubierto, pero el daño en la moral puede ser mayor. El Camp Nou dictará sentencia, no definitiva, claro, porque quedan muchos puntos en juego, pero sí en filosofía futbolística.
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